Papá pone una semillita en mamá….
Como dos adolescentes nos pusimos manos a la obra. Una vez que decidimos tener hijos, el sexo comenzó a tener horarios. Había días concretos en los que uno tenía que estar preparado. Con un periodo normal es más fácil adecuarse a los días probables, si no, cuando toque. Pero como nos dijeron los especialistas, es mejor que los soldaditos (bien por los eufemismos) sean de un día que de más de tres.
Pero la vida de pareja, en la que ambos trabajamos, nos lo iba a poner difícil, y dónde sí cuadran las fechas no lo hacen los horarios; y cuando lo hacen éstos, las ganas se han quedado por el camino. Y eso amigos, aumenta lo que la disposición de una pareja a procrear no debe nunca tener: tensión. Hay que relajarse te dicen, pero quizá eso es lo más complicado de hacer y que sólo llega a veces y cuando no lo estás buscando. Posturas, horas y días se suceden sin parar y se nota que la pasión deja paso a la mecanicidad por conseguir el fin, olvidándose de disfrutar del medio.
Y cerca de los 40 años cuando se acerca el momento, te dicen que es una edad que hay que tener en cuenta en cuanto a lo que a fertilidad se refiere (y también a Seguridad Social). Y comienzas a plantearte pedir ayuda y se superponen las opiniones que te dicen que digas que llevas más de dos años intentándolo y pierdes la noción de cuánto llevas realmente.
Es importante tener en cuenta en este punto que se os pasará por la mente (me refiero a las dos partes de la pareja por igual) la multitud de razones por las que no sucede de manera natural. A pesar de las pruebas y de lo que cada uno piense hay que intentar no darle demasiadas vueltas. La naturaleza es sabia, pero también muy bromista…