Papá pone una semillita en mamá….

Como dos adolescentes nos pusimos manos a la obra. Una vez que decidimos tener hijos, el sexo comenzó a tener horarios. Había días concretos en los que uno tenía que estar preparado. Con un periodo normal es más fácil adecuarse a los días probables, si no, cuando toque. Pero como nos dijeron los especialistas, es mejor que los soldaditos (bien por los eufemismos) sean de un día que de más de tres.

Pero la vida de pareja, en la que ambos trabajamos, nos lo iba a poner difícil, y dónde sí cuadran las fechas no lo hacen los horarios; y cuando lo hacen éstos, las ganas se han quedado por el camino. Y eso amigos, aumenta lo que la disposición de una pareja a procrear no debe nunca tener: tensión. Hay que relajarse te dicen, pero quizá eso es lo más complicado de hacer y que sólo llega a veces y cuando no lo estás buscando. Posturas, horas y días se suceden sin parar y se nota que la pasión deja paso a la mecanicidad por conseguir el fin, olvidándose de disfrutar del medio.
Y cerca de los 40 años cuando se acerca el momento, te dicen que es una edad que hay que tener en cuenta en cuanto a lo que a fertilidad se refiere (y también a Seguridad Social). Y comienzas a plantearte pedir ayuda y se superponen las opiniones que te dicen que digas que llevas más de dos años intentándolo y pierdes la noción de cuánto llevas realmente.
Es importante tener en cuenta en este punto que se os pasará por la mente (me refiero a las dos partes de la pareja por igual) la multitud de razones por las que no sucede de manera natural. A pesar de las pruebas y de lo que cada uno piense hay que intentar no darle demasiadas vueltas. La naturaleza es sabia, pero también muy bromista…

En el principio…

Es importante que cuente mis circunstancias específicas para que se entienda lo que voy a narrar en este blog, no sólo para que se advierta de que el mío es un caso personal, si no también para esclarecer el título y el subtítulo de esta bitácora. Hoy, 17 de febrero de 2016, sigo en fase de padre primerizo puesto que no tengo ningún hijo y estoy intentando tener uno.
Mi pareja y yo tenemos 39 años y vivimos en Madrid. Y aunque se nos pasó por la cabeza, no podremos vivir ni criar a nuestros futuros hijos «en el pueblo», convencidos como estamos de que allí sería mejor para ellos, creo que por cuestiones de autenticidad. Asociamos el pueblo a nuestra propia experiencia de menos complicaciones que una gran urbe, más contacto con la naturaleza y un entorno de plazoletas, jardines y menos gente (toda conocida).
Como decía, nos conocimos cuando teníamos 35-36 años y ya la primera información que nos llegó cuando quisimos tener hijos es que se nos había hecho quizá tarde para la biología, lo que fue un comienzo alentador (sigh). Rodeados de amigos de nuestra edad, casi todos casados, que ya iban como mínimo a por su segundo vástago (los hay de cuatro, dos de ellos gemelos), éramos como una raza aparte. Y tate, que decidimos ponernos a ello sin imaginar que del dicho al hecho, efectivamente hay un trecho.

Primeros síntomas

Si en las mujeres el llamado «instinto maternal» se presenta sin avisar, bien por imperativo del tiempo y la edad, o por un deseo que nace y subyace en la declaración «es el momento», en el caso masculino se parece más al enamoramiento. Un día lo tienes. Con mis 40 años recién cumplidos sólo recuerdo que un día de agosto de 2015 quise ser padre. Lo había querido desde hace años, sinceramente más preocupado por dejar un legado o perdurar, cuando en mi juventud mi imaginación estaba segura de que el día en el que tuviera a mi primer hijo en brazos sería el más feliz de mi vida. Un pensamiento más ideal y altruista.

Lo cierto es que ese día de agosto llegó para culminar mi relación sentimental con la pareja con la que llevo más de cuatro años. En ese instante ella era (y es) la persona adecuada con la que formar una familia. Su manera de ser, inquieta, inteligente, jovial, sentimental y racional, hicieron aparecer en mí la idoneidad de la persona y el momento. Hay casos en los que pasa. Parejas que se quedan embarazadas sin desearlo y que tienen que enfrentarse a la maternidad y paternidad si eso es lo que deciden hacer. Por otro lado están los que lo hacen conscientes de que sea una consecuencia de su relación o estado civil.

Puede parecer superficial, pero tener un hijo no es como tener un perro; ni tener un perro es como tener una planta. Si es consensuado, hay que estar anímica,sentimental, psicológica y económicamente preparado. Y nosotros lo hablamos; es menos romántico que la idea que se nos plantéa desde el cine o la literatura, pero más sensato. Y así comienza una aventura que tiene de todos los géneros: misterio, buenos y malos, comedia, porno, thriller, drama y ciencia ficción…

Una buena idea

Fue mi pareja la que, después de navegar por muchos foros femeninos sobre temas de fertilidad, educación y bebés, me sugirió que el punto de vista de un hombre podría ser igual de interesante para potenciales lectores. Es evidente que compartiendo mis inquietudes, opiniones y experiencias sólo represento un pequeño espectro de la realidad a la que tienen que enfrentarse los padres primerizos. Desde esta bitácora únicamente espero poder compartir con todo el que quiera asomarse a ella, lo mismo que yo busco en las de los demás: una opinión sincera, un punto de vista, y, como no, en ocasiones, un desahogo. Bienvenidos.